domingo, 24 de junio de 2007

La Noche de San Juan: ciegos, hogueras y demás maravillas

Ayer fui a la playa a mojarme los pieses.

Adoro la Noche de San Juan. Si de entrada ya me gusta estar en la playa en verano, mucho más en una noche en la que toda la playa huele a hoguera. Y más si además a ves a toda la gente que se junta para estar de juerga.

La verdad es que en estos días estoy empezando a plantearme si comprarme una cámara digital con pila de litio o móvil con cámara como dios manda, porque resulta un coñazo postear este tipo de cosas aquí sin poder mostrar ni una imagen ni un mal vídeo de lo que uno vive en noches como esta. Hay otra gente, en cambio, que sí ha podido hacerlo:


Gracias a luislamela por el vídeo :-)
Como era de esperar, el tranvía iba a parir. Una pequeña maniobra por nuestra parte nos permite entrar en el vagón y alejarnos de las puertas, donde da lugar la batalla. Cuando toda la gente entra, eso es una marabunta de peña cocida que, a partir de ahí, se adueña del vagón, y cada vez que alguien intenta entrar en las siguientes paradas, contentas al unísono gritándole de todo: "fuera de aquí", "no cabe nadie más", "a la puta calle", etc.
Íbamos junto a un grupo de extranjeros que apenas podían creer lo que estaba pasando en el tranvía. Era más o menos como el circo romano pero en el tranvía. "Cómo soys los españoles". "Pues como los ingleses en los campos de futbol, aunque aquí cualquier lugar es bueno pa hacer el cabestro" respondo.

El tranvía llega a la parada de la playa, la primera. Dejamos que la gente descomprima a lo bestia el habitáculo. Que se maten entre ellos. La playa no la van a quitar del sitio, así que no tenemos prisa. Nosotros bajamos en la segunda.

Tenía mono de San Juan. Salto una pequeña hoguera, extendemos la toalla en la arena, nos pegamos la cena de aquella manera y luego, un poquito de protección solar factor 12, que aunque son las 23:00 no tengo ganas de coger demasiado sol y lo vengo haciendo todas las últimas veces que he ido a la playa por San Juan. Mi novia dice que esto es una chorrada, pero bueno.

Paseito por la playa. La verdad es que por la zona del puerto está desangelada. No hay ni el tato. Se ven las típicas escenas: gorda pechugona pegando un empujón a uno que lo manda al suelo, o al agua, mejor dicho, el hippie haciendo numeritos con fuego, el aspirante a hippie haciendo el moñas para ser de mayor como su homónimo, etc.

En el escenario ponen música de pastilla basada en dos notas mal repetidas pa que la gente se ponga hasta los ojos y peguen saltos, la ambulancia deambula sin parar y supongo que en otras partes de la ciudad la policía se pone las botas a recetas contra conductores que, debido al caos circulatorio, han de aparcar como mejor les viene.

Pues eso. Una noche de San Juan.

Momento de saltar las olas. Cada uno con su rollo. Un hombre con un reloj sabe qué hora es. Un hombre con dos duda. Si hay un reloj por cada uno de los fulanos que están a pie de playa para saltar las siete olitas, te cagas. Me pongo a saltar olas. Ah, no, era dentro de un poco. Vuelvo a saltar. Después de 15 saltos decido que ya está bien. Al menos siete tienen que haber sido buenos. El deseo se basa en que no se cumpla ninguno de los deseos que se formulen esa noche. Que se joda todo el mundo.

De ahí, a la falla de un amiguete. Tenía una quedada de moteros que prometía mogollón. La verdad es que hay menos gente de la que esperaba, cuando llegamos. Qué se le va a hacer. Y habiendo pocos moteros, no puede haber mucha música heavy. A oir lo que se oye en todas las verbenas, qué le vamos a hacer. Lo de siempre.

Lo único jodido de esta noche es cómo queda la playa después. Ya veremos.

El final se traduce en un paseo de los buenos hasta casa, con segunda cena incluída, que el estómago se resiente de hacer el oso toda la noche y no comer nada. Eso y una ducha fría. La noche de San Juan me pone caliente.

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